viernes, 9 de marzo de 2012

29

Se acerca mi cumpleaños y algunas vocesitas amorosas hablaban de fiestas.
No quiero fiestas, ni sorpresas, ni mañanitas, ni regalos (bueno regalos si, los regalos si si siempre) pero en fin no quiero celebrar.

Este ultimo año de vida que se me ha ido en el duelo, en el dolor y la angustia de la incertidumbre. En buscar y no encontrar, en arriesgar la vida por hallar aunque sea las cenizas de una familia que hasta hace un año era mi vida entera.

Este año ha sido de encontrarle sentido a esta vida que se me quedo vacía, sin tus consejos, sin tus cariños, sin las llamadas de diario, sin los viajes, las idas al teatro, al cine, los cafés eternos con humo de tus cigarros y las tortillas de harina, de nuestro perrito que también se fue de mi vida.

Este año ha sido de mucho llanto, de dolor profundo por no tener un lugar en donde saberte descansando. Año de ausencias hondas, de silencio y soledad, la soledad que no conocía porque hasta este año no sabía lo que era estar completamente sola, sin el ruido de la calle, sin las risas de las amigas, sin tu voz y la de ellos.

También ha sido de mucha reflexión, de peleas y reconciliaciones con lo divino, con lo que no puedo y tal vez nunca pueda entender. Ha sido un año en donde el amor menos esperado se derramo sobre mí, donde estoy aprendiendo nuevas formas de amar, de convivir. Un año donde las manos nobles y las sonrisas calidas me han levantado una y otra vez del pozo donde no logro salir.

Un año de valorar lo realmente importante y de dejar de perder el tiempo en lo que no importa. Y al final de todo lo estoy pasando o sobreviviendo no se cual sea la mejor expresión, pero aquí estoy. Pero no puedo celebrarlo, porque el duelo también merece mi respeto.