He tratado durante todo este tiempo de mantenerme positiva,
de ocupar la mente y hacer lo que este a mi alcance para no volverme loca y
querer salir a buscarte entre toda la maldad. Trato de cambiar estos
pensamientos positivos que imaginan donde estarás, como estarás y de que manera
te trataran. Trato de olvidarme de estos pensamientos hacia mí por no estar
contigo, algunos pensamientos que he traído siempre sobre mi. Y bueno, si me
han servido.
Me he agararrado de la terapia, los ejercicios, los amigos,
la familia, los libros, la meditación, la divinidad, el sacerdote, el amor y
todos esos momentos místicos que de repente tengo y voy, pian pianito.
Pero regresar a esa ciudad, recordar los momentos tan
dolorosos que tuvimos ahí, pensar qué sufriste, qué lloraste, saber como te dolió
que te dijeran aquello y no encontrar nada de lo que fue, me ha tumbado.
El dopaje espiritual que me he construido a veces no es
suficiente contra este dolor tan profundo, tan agudo. Es una aspirina para un
parto.
Estoy aprendiendo que la injusticia tiene ese tinte, de
dolor infinito que a veces se deja drogar, pero que no desaparece. Y aunque yo
encontrará a los culpables y con mis
manos les quitara la vida, no me regresarían jamás lo que se me ha quitado, ni resarciría
un solo minuto la ausencia que dejaste, que me dejaron.